El sistema de partidos políticos dominicanos atraviesa desde hace tiempo por un sustancial deterioro, fenómeno que se verifica en otras latitudes del planeta.
Esa tendencia, que afecta la calidad de la democracia, expone al país a un colapso político pudiendo dar lugar a la llegada al poder de un outsider mesiánico, sea un típico demagogo o un pretenso redentor gatopardista que prometa cambiarlo todo para que todo continúe igual.
En nuestro país debemos ser especialmente cuidadosos con el tema, pues ya hemos padecido situaciones de ingobernabilidad como la verificada en el período 1961-65, cuando en sólo cuatro años subieron y cayeron varios gobiernos, se produjo el golpe de estado a gobierno constitucional de Juan Bosch, una guerra civil y padecimos la ignominia de una segunda invasión norteamericana.
Más atrás están los antecedentes históricos de la era de Conchoprimo, que, tras finalizar la guerra restauradora, produjo desórdenes, enfrentamientos montoneros, derrocamiento de gobiernos y un período de inestabilidad política y social aprovechado por Estados Unidos para perpetrar la primera intervención en suelo patrio, dando lugar a la instalación de la tiranía trujillista.
Empujando la decadencia
La erosión de los partidos políticos dominicanos se origina, entre otros aspectos, en la carencia de proyectos de nación como fundamento ideológico; incumplimiento de los líderes de los programas e ideas ofertados al electorado; ausencia de programas de desarrollo institucional partidarios y de educación política y ciudadana, y no fomento de una cultura democrática y de servicio social.
También los partidos se han visto mermados por la corrupción de los políticos en el ejercicio gubernamental; la desconexión de las cúpulas con las transformaciones de las Tecnologías de la Información y la Comunicación, presentes ya en la vida cotidiana dominicana.
Particularmente los partidos son afectados en este momento por su incapacidad para conectar con las expectativas de una población de acentuados hábitos urbanos que en menos de 30 años invirtió el 80-20 de asentamiento rural-urbano.
Somos todos ciudadanos permanentemente enganchados a redes globales, bombardeados por unos estándares de velocidad y horizontalidad de la información nunca antes vistos, que incluye gustos, estilos de vida y ansiedades aspiracionales, mientras nuestros caciques políticos se repiten en viejas prácticas políticas de demagogia y falsas promesas.
Aunque refiriéndose más a Europa, el irlandés Peter Mair advierte que la modernidad ha prohijado «un individuo asocial y atomizado, sumergido en un mundo privado parcial y limitante, un individuo sin ciudadanía», y una volatilidad electoral que lleva a los electores a cambiar de partido con facilidad.
El contexto de la República Dominicana constituye un caso muy especial del fenómeno global de la pérdida de confianza en las organizaciones políticas.
El largo período de enclaustramiento del pueblo bajo la tiranía de Trujillo y su férreo control de las libertades democráticas, y en especial las de tránsito y de prensa y expresión de las ideas, mantuvo a los ciudadanos enclaustrados bajo un manto de oscurantismo extremo.
Luego en los 12 años de Joaquín Balaguer, se disminuyó el control sobre las libertades, pero mantuvo persecución contra la prensa y las ideas políticas, incluyendo la persecución y asesinatos de destacados periodistas, y llegó al extremo de prohibir al principal líder opositor, José Francisco Peña Gómez, hacer uso de la televisión y la radio durante algún tiempo.
Es a partir del gobierno de Antonio Guzmán en 1978 cuando son derogadas las leyes 6, 70 y 71 de 1963. llamadas «leyes anticomunistas», y es promulgada la Ley de Amnistía 01-1978, cuando se pone fin a la persecución, los apresamientos y las deportaciones por razones ideológicas.
Desde ese momento los partidos Revolucionario Dominicano (hoy PRM), el Reformista partido-estado de Balaguer, el Revolucionario Social Cristiano y luego el De la Liberación Dominicana (PLD) articulan el sistema de partidos que hoy conocemos.
A partir de esos partidos, el populismo y el clientelismo han promovido muchas otras organizaciones, hoy se cuentan en un número de más de 25, que han pasado a desempeñar un rol de importancia por el sistema de balotaje que desde 1994 estableció el 50% más 1 de los votos para ganar el nivel presidencial de las elecciones.
El desgaste y la pérdida de confianza ciudadana en los partidos políticos han sido bien estudiados. Según la investigación «Cultura política de la democracia en la República Dominicana: Tomándole el pulso a la democracia 2021″, basado en encuestas realizadas por la Vanderbilt University y el Barómetro de las Américas, la identificación de los ciudadanos con nuestros partidos viene en acusado descenso desde hace décadas, con una especial caída en los pasados 10 años (ver gráfico).
El estudio establece que al preguntársele a los ciudadanos si simpatizan por un partido político, en el 2012 un 63.4 % contestó afirmativamente, en 2016 bajó a un 42.4 % y en el 2019 cayó al 36.2 %».
¿Desgaste y extinción?
Las elecciones de mayo marcaron un fuerte declive de algunos de los partidos como el Reformista Social Cristiano (PRSC), que gobernó durante 22 años, el Revolucionario Dominicano (PRD) que tuvo 3 gobiernos y los siete meses de Bosch; y el De la Liberación Dominicana (PLD) que gobernó durante 29 años casi consecutivos bajo las presidencias de Leonel Fernández y Danilo Medina, partidos que fueron hegemónicos en buena parte del XX.
Mientras el PRSC apenas obtuvo 38 mil 126 votos, 73 mil 913 menos que los obtenidos en 2020, el PRD cayó a 19 mil 790 votos, perdiendo 97 mil 655 sufragios con relación a las elecciones de hace 4 años.
El PLD, matriz fundada por Juan Bosch en 1973, y heredada por Fernández y Medina, registra una abrupta caída al obtener apenas 453 mil 458 votos, 899 mil 374 menos que el 1 millón, 352 mil 842 obtenidos en 2020.
Con respecto a los comicios de 2020 la Fuerza del Pueblo (FP) ascendió a 1 millón 164 mil 122 votos, ganando 930 mil 584, un número muy parecido a los casi 900 mil votos perdidos por el PLD.
La politóloga Rosario Espinal sostiene la tesis de que FP y PLD conforman lo que denomina «peledeísmo» que se relacionan en una ecuación suma-resta, en la que lo que gana uno lo pierde el otro.
Durante la campaña que desarrolló a lo largo de los últimos 4 años Leonel Fernández y la FP ni el PLD exhibieron una sola personalidad o grupos de nuevos sectores que se agregaran a las fuerzas del «peledeísmo».
Recientemente se ha producido un escarceo con el expresidente y líder del PLD, Danilo Medina, llamando a la dirigencia de su partido a expulsar a «ratas» que habrían producido un trasvase de votos desde su partido hacia la FP, sospechándose de un grupo de altos dirigentes que estuvo planteando la declinación de la candidatura de su candidato Abel Martínez para respaldar a Fernández.
La participación y abstención electoral desde 1996 hasta las elecciones del mes pasado apuntan a un serio desgaste y posibilidad de extinción de varios de los principales partidos del sistema, como evidencian datos de la realidad.
Aunque para fines de estimación de la participación y la abstención suelen tabularse por igual todos los datos de las elecciones de 2024, la realidad es que debe desagregarse el voto que se produjo en el país de los del exterior.
Allí se observó una participación electoral de apenas algo más del 18%, motivada en factores que no se reflejan en el país, entre otros que la votación de la diáspora en las elecciones nacionales es una cultura que apenas empieza a aprenderse.
Cuando es desagregada la alta abstención del exterior de la nacional, se eleva la votación nacional al 61% y el ausentismo real desciende al 39%.
Abinader saca la cara
En medio de la erosión y tendencia a la extinción que padecen los principales partidos del sistema, el presidente Abinader ha logrado mantener a flote y en creciente ascenso a su Partido Revolucionario Moderno.
Pese a las adversidades sanitarias y económicas provenientes del exterior, y a un viejo descalabro estructural de todos los servicios públicos, Abinader logró una alta aprobación popular de su gestión, registrando todo el tiempo una popularidad que lo mantuvo al frente de las encuestas.
Lideró al PRM a ganar más del 80% de los puestos municipales en las elecciones de febrero, lo llevó a triunfar en 29 de las 32 provincias, alcanzando super mayorías en las cámaras de diputados y de senadores.
Y hay que anotarle también entre sus logros que triunfó por amplio margen en la primera vuelta de las elecciones presidenciales, llevando por vez primera al PRM–PRM a materializar la hazaña de ganar un segundo mandato constitucional y convertirlo hoy por hoy en el partido del futuro.
Antecedentes
Los cimientos de lo que podría considerarse el primer partido político dominicano se encuentran en La Trinitaria, la formación clandestina que Duarte y sus colaboradores articularon para alumbrar la independencia nacional en 1844.
Tenían Los Trinitarios una estructura, unos métodos de trabajo y fines propios de los partidos políticos que, al decir de Jacqueline Jiménez Polanco constituyen cauces de articulación de intereses, representación y comunicación entre la sociedad civil y el poder político.
Los partidos políticos de hoy hace tiempo que si en su mayoría representan intereses algunos, son los de sus respectivas cúpulas y no a los ciudadanos.
Inmersos en sus torres de babel, en general no ejercen la representación de sus electores, como ciudadanos o grupos sociales.
En cuanto a la comunicación con la gente buena parte de los políticos desinforman, propalando falsas noticias y manteniendo una retórica que no conecta con las necesidades y aspiraciones ciudadanas.